TONO

ALGUNOS DATOS DE FISIOLOGÍA
Olga Nicosia, Julia Pomiés

Dentro de los músculos voluntarios, esqueléticos, existen dos tipos de fibras musculares: 1) las que producen el movimiento (inervadas por las motoneuronas llamadas alfa), vinculadas a la corteza cerebral, y, por lo tanto, de acceso consciente; y 2) las que están dentro de los husos neuromusculares (inervadas por motoneuronas llamadas gamma) que participan en la regulación del tono muscular, junto con los órganos tendinosos de Golgi (receptores ubicados en los tendones). El tono muscular es el grado de tensión básica del músculo, tanto en actividad como en reposo. Está regulado por centros nerviosos profundos del encéfalo denominados subcorticales, ubicados en la zona límbica, en el hipotálamo, el cerebelo, el bulbo, la protuberancia, la formación reticular. Por lo tanto se vincula directamente con los centros de la emoción, la imaginación, la actividad inconsciente. CLICK EN EL TÍTULO PARA LEER COMPLETA


Existe un recorrido (en permanente ida y vuelta) de los estímulos nerviosos entre el músculo y la médula. En la médula espinal se alojan las motoneuronas alfa (también llamadas: neurona motriz periférica). Son las que producen la contracción muscular que origina movimientos voluntarios, conscientes, comandados por centros nerviosos corticales. Existen además otras neuronas denominadas motoneuronas gamma (que reciben información de zonas subcorticales), y que excitan a las fibras intrafusales (propias del huso neuromuscular) y lo estiran.

Por vía aferente, sensitiva, esa excitación llega desde el huso neuromuscular hasta la neurona motriz periférica (alfa) provocando una respuesta que será el origen del tono muscular o estado base de excitabilidad neuromuscular.

Los husos neuromusculares (H.N.M.) y los órganos tendinosos de Golgi (O.T.G.) son receptores propioceptivos que influyen en el tono muscular.

Huso Neuromuscular: es un receptor que registra el estiramiento del músculo y desencadena el reflejo miotático (contracción muscular refleja). Los músculos de función antigravitatoria son los que tienen más husos neuromusculares, y éstos se ubican cercanos a la zona de inserción tendinosa.

Organo tendinoso de Golgi (O.T.G.): Es un receptor que registra la tensión (carga aplicada al tendón a través de la contracción muscular) y, ante un exceso por contracción sostenida, desencadena el reflejo inverso, miotático o de inhibición. Estos dos reflejos (contracción, inhibición) influyen en el tono muscular.

Alteraciones del tono: distonías, estrés, fatiga crónica, contracturas, espasticidad, rigidez

El tono de base puede estar aumentado (hipertonía), disminuido (hipotonía), alterado (distonía), o armónico (eutonía).

Existen factores emocionales, viscerales, nutricionales, de fatiga, articulares y de stress que influyen en la excitabilidad gamma y por lo tanto modifican el tono muscular. La hiperexci¬tabilidad gamma lleva, con el tiempo, al acortamiento de los músculos, limitaciones del movimiento, contracturas. La tensión crónica puede generar lesiones articulares, alteraciones en la irrigación sanguínea causantes de trastornos metabólicos, disfunciones orgánicas. La fijación en tonos muy bajos puede ocasionar inestabilidad articular, distensiones abdominales, pesadez en las piernas con tendencia a esguinces o caídas.

Algunos factores que provocan alteraciones del tono y desencadenan trastornos músculo esqueléticos (y/o viscerales):

• Stress emocional.

• Desequilibrios posturales adquiridos.

• Tensiones de la actividad diaria.

• Desuso, sedentarismo.

• Tensiones repetitivas debido al trabajo, deporte, mal entrenamiento (sobrecarga).

• Una mala evaluación de la fuerza necesaria para realizar una acción, o un inadecuado control del movimiento.

• Efectos de articulaciones hipo o hipermóviles.

• Traumatismos.

• Influencias de origen reflejo (vísceras, fascias).

• Cambios climáticos bruscos (enfriamientos).

• Desequilibrios nutricionales.

• Infecciones.

Diversas enfermedades neurológicas se acompañan de alteraciones del tono muscular por un aumento o disminución a niveles patológicos que pueden alcanzar diversos grados de severidad. Tal el caso de la espasticidad, el de la rigidez, la flaccidez, etc.

La espasticidad se caracteriza por aumento del tono principalmente extensor, y disminución del umbral para los reflejos tendinosos –que se pone de manifiesto por la contracción repetida de un músculo.

En la rigidez se produce la hipertonía de los músculos exten¬sores y flexores, con predominio de estos últimos (como se observa en el mal de Parkinson). La hipotonía puede alcanzar niveles de parálisis fláccida.

TONO Y EXPRESION
Escribe Raquel Guido

El movimiento es el resultado de dos tipos de contracción simultánea:

•Contracciones clónicas
•Contracciones tónicas
Ambas necesarias en el ajuste motor.

contracciones clónicas constituyen la actividad kinética1 o clónica del músculo, son dinámicas, voluntarias, originadas en el córtex y están vinculadas a la voluntad y el psiquismo consciente.

Las contracciones tónicas constituyen la actividad tónica del músculo que es de orden reflejo (miotático) y psíquico. Tienen su origen en los centros subcorticales por lo tanto se relacionan directamente con los centros de la emoción y la imaginación ubicados en la formación reticular y el sistema Límbico, el más antiguo que conforma la estructura cerebral humana. Así mismo se relaciona con el inconsciente, planteado por la teoría de Freud.

Por esto la actividad tónica es el modo de expresión más primitivo de la afectividad y configura la carga afectiva y emocional del movimiento siendo expresión directa de la subjetividad.

La actividad dinámica voluntaria (clónica) es la manera de actuar en el mundo y constituye la referencia inicial alrededor de la cual se organizan todas las conductas de acción.

En su otro polo, la contracción tónica es la forma de ser y estar en el mundo y de sentir al mundo. Y -tal como afirma André Lapierre-, constituye la base de referencia sobre la cual se organiza la afectividad (y su expresión) y la relación con los demás 2.

La motricidad evoluciona gradualmente de ser totalmente involuntaria (refleja) a la posibilidad de ser ejercida como acto voluntario a través de la maduración del sistema piramidal 3. Dicha maduración va a permitir el desarrollo del movimiento para la acción en el mundo en función del dominio del objeto y de la eficacia. Movimiento dirigido entonces al exterior con fines pragmáticos o lúdicos y que se adquiere mediante el entrenamiento (andar en bicicleta, escribir, jugar al tenis, clavar un clavo, danzar).

La actividad tónica, que escapa al control voluntario y es por ende espontánea, es el material básico con que se construirán el gesto, la actitud y el modo de realizar esas acciones en el mundo. Expresión íntima del mundo interno del individuo, transparenta su subjetividad, su afectividad, dando cuenta de un modo de ser y estar en el mundo.

Desde su faz espontánea, este gesto expresivo no “quiere decir”, sino que “dice”; poniendo en escena, efectuando un sentido.

La expresión –ligada a lo espontáneo– no tiene por finalidad “traducir” un sentido previo, sino efectuarlo. Desde esta perspectiva podríamos sugerir que el acto expresivo es la génesis de un sentido inédito.

Ambos aspectos del movimiento, como medio de acción sobre el mundo o como modo de expresión de una subjetividad, encuentran su integración en la unidad psicomotriz y psicotónica.

Es posible entonces a los fines de su conceptualización, distinguir con consideraciones especiales dos aspectos en la función del movimiento: uno enfocado sobre el hacer y otro sobre el modo, es decir, sobre el aspecto expresivo que pone en escena los contenidos íntimos subjetivos que configuran lo que podemos llamar un “guión oculto”, que se presentifica en nuestra relación con el mundo rebasando intenciones, voluntades y objetivos pragmáticos.

Tono y Psiquismo

Tono y psiquismo, tono y emoción están ligados y representan dos aspectos de una misma función.

De modo tal que no hay emoción sin alguna expresión somático-tónica, así como toda variación en el tono muscular promueve e implica una modificación emocional.

Al mismo tiempo podemos afirmar que toda emoción es vivida como experiencia corporal: distintas tensiones musculares, aceleración de ritmos cardíaco y respiratorio, secreciones hormonales, que con el tiempo aprendemos a decodificar poniéndole palabra y dándole el nombre de: miedo, angustia, alegría...

Para H. Wallon la emoción es una forma de adaptación al medio, y más específicamente a los demás, una forma intermedia entre la primitiva y mecánica de los automatismos y la más elaborada e intelectiva de las representaciones. Esta adaptación emocional es esencialmente de origen postural y su núcleo es el tono muscular.4

Es oportuno recordar en este punto la importancia del tono en el ajuste motor, actuando como telón de fondo para la acción contráctil o kinética del músculo. El tono prepara el músculo para la acción y se encuentra en estrecha concordancia con nuestros estados emocionales y contenidos mentales •

1) Kiné, del griego “Movimiento”.
2) A. Lapierre “Educación Vivenciada”.
3) Denominado así por su origen en las neuronas de forma piramidal de la corteza cerebral; por lo mismo se considera como extrapi¬¬¬- ra¬midales, de forma general, a las vías de origen subcortical.
4) “El cuerpo”. M. Bernard. Edit.: Paidós.














ESTAMOS SINTONIZADOS

Escribe Julia Pomiés





Somos capaces de jugar al tenis con el televisor, bailar desde la butaca, volar en una estampida de palomas... Capaces de establecer un”diálogo tónico” con el mundo.



I) Ella sale a escena. Yo siento en la piel el roce de setecientas miradas y un foco de luz; me erizo. Se escucha el Bolero de Ravel. Ella empieza a girar. Yo siento textura de madera bajo la planta de los pies, secuencias vertiginosas de telón-público-luces-telón... frente a los ojos semicerrados. Ella baila y gira, gira y baila. Yo siento los músculos en actividad, una suave ondulación en la columna, un fuerte sostén en los abdominales, cierta aceleración del pulso. Ella gira y baila, baila y gira. Yo siento la gasa negra entre los dientes, el aire en el pelo, el viento en la punta de los pulgares que apuntan al cielo. Ella consuma la danza como una ceremonia. Yo siento la emoción del ritual. Silencio. Quietud. Aplaudos. Ella saluda en el escenario. Yo transpiro en la butaca.



II) Miro a Carlos que mira un partido de fútbol por tevé. Se le ha tensado el labio superior. Está sentado en el borde del sillón. Con una mano pellizca el tapizado. A veces adelanta un poco más el torso como amagando el cabezazo. De tanto en tanto sacude una pierna pateando un corner o esquivando un “faul”. Y, por supuesto, festeja sus goles de pie, con los brazos en alto, los puños cerrados, saludando y desafiando a la tribuna.



III) Es una tarde de tristeza y mal humor. Los sueldos bajos, los precios altos, los diarios llenos de noticias feas. Alguien contó de alguien que tiene una enfermedad incurable. Somos cuatro desinflados en una mesa de café, blandos, aplastando las sillas, pesados. Hasta que llega Norma casi corriendo, muerta de risa, con una anécdota tonta que sólo ella puede contar con tanta gracia. Nos veo levantarnos, correr las sillas, hacerle espacio, saludarla, reírnos con ganas. Cambió el tono de la reunión.



Precisamente el tono es la clave, es el hilo que vincula estas tres situaciones, y tantas otras en las que se verifica lo que algunos especialistas denominan”identificación tónica”.



En el principio era el tono

Mucho antes de cualquier diálogo verbal, incluso dentro de la panza materna, establecemos con el mundo un”diálogo tónico”: registro y respuesta de nuestro organismo frente a los estímulos externos.

Autores como Henri Wallon, Julián de Ajuriaguerra y hasta Merleau-Ponty y Sartre se han referido a este hecho. Wallon afirma que el núcleo de toda emoción es el tono muscular: las manifestaciones emotivas, desde la más elemental hasta la más refinada, entrañan contracciones tónicas de los músculos, es decir, variaciones de la consistencia muscular. Dentro del útero, el feto vive permanentemente bajo la influencia de los estados emotivos y de tensión de la madre. Para el recién nacido, la motricidad es la única forma de intercambio con los demás y con el mundo, de manera que su cuerpo constituye un verdadero resonador muscular, siempre dispuesto a reaccionar ante cualquier estímulo. El bebé vive en un permanente estado de alerta corporal, que sólo se atenúa en los momentos de somnolencia, con la pancita llena. En esas primeras etapas el diálogo tónico mamá-bebé va delineando el tono muscular básico del pequeño, que tendrá mucho que ver en la formación de su cuerpo y su personalidad.

Durante esos intercambios iniciales empezamos a aprender una modalidad propia: ser más duros o más blandos, más estables o inestables, más abiertos o más cerrados.

Desde el “Emilio” de Rousseau hasta los estudios antropológicos de Margaret Mead, pasando por los experimentos y observaciones de diversas escuelas psicológicas hay demostraciones coincidentes de la gran influencia que ejercen las actitudes permisivas o represoras por parte de los padres y la comunidad, en relación a las descargas tónicas y motrices de sus niños. Se advierte que fajar y ceñir a los chicos puede convertirlos en adultos obstinados y agresivos. Que las madres tensas y excitables suelen tener bebés hipertónicos que se sobresaltan fácilmente. Que para desarrollar una actitud corporal equilibrada, el pequeño necesita caricias, acuna¬mientos rítmicos y manos adultas que lo bañen y cambien con tranquila seguridad.

Dice Ajuriaguerra que cada persona tiene una”historia tónica” donde los distintos sucesos no son normales ni patológicos en sí mismos; lo que puede resultar patológico es el hecho de que ciertas respuestas persistan en su versión más primitiva en forma de fijaciones, o perversiones. Es normal que un bebito, si se lo sumerge en un baño demasiado caliente o frío, responda con una hipertonía total, con una tiesura absoluta de todo el cuerpo. No es normal que un adulto se meta por error bajo la ducha fría y responda del mismo modo, permaneciendo rígido e inmóvil bajo el agua, en lugar de cerrar rápidamente la canilla o salir de la bañera.

Muchas veces los chicos imitan a las personas que quieren y admiran como una forma de comunicarse con ellos; el chiquilín orgulloso de su papá copia su manera de pararse, caminar, hablar... en un genuino proceso de identificación tónica. Si esa actitud imitativa se prolonga en la adolescencia y la adultez, frente a cada personaje admirado, es porque algo no funciona bien.

Así, la resonancia tónica intensa de las emociones y los afectos, que es una función fundamental y necesaria para el psiquismo infantil, en el adulto puede causar perturbaciones o una gran fragilidad afectiva. Lo deja como a un boxeador con la defensa baja, al que le entran todas las trompadas del mundo.



El punto justo

La gracia está en que aprendamos a transitar otras modalidades, pero sin dejar de ser “dueños de nuestro tono” -como dice Gerda Alexander- para regular las influencias externas sin perder el propio equilibrio. Una buena dosis de flexibilidad tónica, bien ejercida, será la que nos permita pasar por una variada escala de sentimientos y volver -más enriquecidos pero indemnes- a nuestro tono habitual. Ese nivel básico tenderá a ser un poco más alto o más bajo, según nuestra constitución y temperamento. Para el criterio médico tradicional sólo se reconoce como patológica la fijación en un nivel anormalmente bajo -hipotonía- o anormalmente alto -hipertonía-. Sin embargo, como también lo señala Gerda, no están menos enfermas las personas fijadas en un tono medio, sin capacidad de oscilaciones emocionales o artísticas.

Obviamente, no sería saludable que cuando voy a ver a Iris Scaccheri bailando y girando el Bolero de Ravel durante quince minutos seguidos, yo termine mareada y vomitando. Pero tampoco me haría bien tomar tanta distancia que no pueda ver nada más que alguien que gira, tan lejos de mí que no se me mueva un pelo y su danza me resulte aburrida. A su vez Iris, mientras baila está identificada con el tono de Ravel, y de la coreógrafa Dore Hoyer, los siente en su propio cuerpo. Como un músico necesita sentir el tono de Mozart, Wagner o Brahms, para interpretar verdaderamente su música. Y lo mismo en el teatro: el método de Stanislavsky para la formación actoral se basa en este mismo principio. Y en pintura: “el artista japonés -dice Henry Bowie- aprende que hasta la colocación de una mota en el ojo de un tigre debe ser acompañada del sentimiento de la naturaleza salvaje, cruel y felina del animal, y sólo bajo esa influencia se utiliza el pincel.”

El encargado del bar de un cineclub comentaba que podía adivinar qué tipo de película estaban dando -de acción, romántica, cómica...- con sólo observar con atención el comportamiento y las actitudes corporales de la gente que al salir de la sala pasaba a tomar algo en el bar.

Muchas obras de arquitectura y escultura ejercen el mismo tipo de estímulo. Joseph Hudnut, decano de la Escuela de Dibujo de la Universidad de Harvard señala que tenemos una tendencia a identificarnos con las composiciones estructuradas. “Trasladamos nuestro propio cuerpo” al andamiaje de arcos y columnas, a sus tensiones y esfuerzos, a sus presiones y resistencias y por eso nos volvemos más conscientes de las armonías que encierran. El mismo proceso se hace más intenso en la escultura, sobre todo en las representaciones del cuerpo humano. El esfuerzo o descanso de los músculos, la interacción del esqueleto, el equilibrio que da la impresión de sostén, provocan una sensación de vida en la piedra, “entramos dentro de ella” y compartimos su particular belleza.

Una obra de arte está plenamente lograda cuando invita, no sólo a su percepción intelectual sino, además, a una verdadera participación, incluso a un compromiso corporal, orgánico del espectador.

También en la capacidad de experimentar una vida afectiva rica e intensa, la identificación tónica juega su rol. La necesitamos para adaptarnos a una persona con otro temperamento, para conocer el sufrimiento del otro, para disfrutar su alegría... Esto nos proporciona la posibilidad de relacionarnos profundamente, de sentir-con. No podemos comprender totalmente algo con el intelecto puro, sin que reaccione de alguna manera todo nuestro cuerpo. Esta especie de inteligencia corporal será la que nos permita captar a los demás en una dimensión más completa.



Sintonizar el mundo

Nuestras identificaciones tónicas cotidianas se extienden, más allá de lo afectivo y lo artístico, a todo lo que nos rodea.

Desde mi balcón, muy alto frente al parque, puedo ver cómo las golondrinas y, a veces, las palomas o alguna calandria, se lanzan en picada desde el tanque de agua de mi edificio hacia el lago. Y siempre me digo lo mismo: yo sé lo que ven en ese momento, yo veo con sus ojos la avenida, las copas de los árboles, el agua... vuelo.

A veces, arreglando las macetas, siento el olor de la tierra y se me hace agua la boca, supongo que identificada con lo que le gusta a mis azaleas, o a las lombrices...

Samuel Selden en su libro “La escena en acción” comenta que el impulso que nos lleva a sentir orgánicamente las cualidades de aquello que nos interesa es natural y frecuente. Vale la pena registrarlo, saborearlo. Porque es una fuente de enriquecimiento de nuestras percepciones y puntos de vista. No se limita a personas y acciones; se extiende a animales, plantas, objetos. Basta observar el tono muscular y los gestos de los que siguen atentamente una carrera de caballos; o la identidad de tono entre el jockey y el caballo que monta. En este último caso se trata de un “ida y vuelta”. Los animales, como los chicos, tienen una máxima capacidad de identificación tónica. Se supone que es en parte por eso que los perros conocen tan bien a sus dueños e, incluso, llegan a ser tan parecidos a ellos.

No es necesario que haya animación o movimiento para que registremos corporalmente las cualidades de algo. Un objeto estático como una gran bola de granito pulido puede hacernos sentir su suavidad, rotundidad, peso; mientras contemplamos su solidez es probable que nos sintamos aplomados, como si abrazáramos la voluminosa masa de piedra.

¿Y no le ha pasado alguna vez sentir que se eleva, con una especie de vértigo invertido, al mirar hacia arriba, hacia la punta de un altísimo rascacielos?

También sospecho que mucho tiene que ver esto de la identificación tónica en relación con los paisajes y el modo en que resuenan en nuestro estado de ánimo. Hay quienes se sienten revitalizados frente al mar, como si pudieran asimilar la potencia y tenacidad de sus olas. A otros les sirve para distenderse y expandirse frente a su inmensidad. Y no falta quien se siente desasosegado por el oleaje incesante o la chatura infinita y prefiere el silencio, la quietud y el horizonte erizado del paisaje montañoso. Porque seguramente, frente al mismo fenómeno cada uno de nosotros se identifica con diferentes aspectos, según las propias preferencias, características, predisposiciones naturales o experiencias anteriores.



Tonalidades grupales

Ni qué hablar de la importancia de la identificación tónica en el funcionamiento de un grupo, cualquiera sea su característica y función. Es fácil deducir que los ajustes y desajustes de tono pueden consolidar o resquebrajar la cohesión de un equipo de trabajo, estudio, psicoterapia, creatividad...

Las funciones de “eco” y “espejo” que cumple el tono muscular dentro de nuestra vida de relación, tienen múltiples efectos y consecuencias en el delicado equilibrio grupal.

Dominique Picard señala que, casi siempre, a un nivel casi mimético y reflejo, una sonrisa provoca la sonrisa del otro, un bostezo otro bostezo, y una manifestación de tensión otra semejante. Pero además de esas respuestas simétricas hay otras que, por oposición, resultan complementarias. Por ejemplo, una actitud corporal de agresividad puede inducir a una manifestación de sumisión. Una mirada fija puede llevar al otro a rehuir el contacto ocular. Un gesto de miedo puede suscitar uno de protección. En realidad, tanto las interacciones simétricas como las complementarias definen situaciones de búsqueda de equilibrio, porque ayudan a la mutua adecuación de los protagonistas y mantienen el proceso de comunicación. El verdadero desequilibrio rompe todo proceso de comunicación y entonces los interlocutores no saben a qué atenerse, como cuando las palabras desmienten el gesto o el gesto contradice la acción...

En un curso de didáctica de técnicas corporales, la profesora Queli Guido subrayaba insistentemente que el docente o el coordinador de un grupo, sobre todo si es de trabajo corporal, puede aprovechar de muchos modos el tema de la identificación tónica. “En principio, es lo que nos ayuda a co-pensar, co-sentir, co-actuar con los alumnos, de modo que -sin perder la independencia de nuestro rol- podamos regular y dosificar las consignas, ajustarlas a las necesidades de cada participante y del grupo. La identificación facilita y afina la capacidad de “leer los cuerpos” de alumnos o pacientes; y nos recuerda la importancia de cuidar nuestra propia armonía corporal, con la cual se podrá identificar el grupo que coordinamos. Cuando recurrimos a juegos de interimitación, pregunta-respuesta, espejos, apoyos, improvisaciones compartidas... la adaptación tónica que se produce permite a cada participante transitar otros estilos, valorar las diferencias, ejercitar la variación de tonos, detectar limitaciones o dificultades, enriquecerse”.

Enriquecernos en el intercambio de vivencias con los demás y con todo nuestro universo es, en definitiva, una de las claves de nuestro crecimiento.





Julia Pomiés es periodista, directora de Kiné, la revista de lo corporal; Prof. de Expresión Corporal; Coordinadora de Recursos Expresivos; docente del Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA), Departamento de Artes del Movimiento. Autora de los libros: Temas de Sexualidad, Informe para educadores y Nuestra Sexualidad, Informe para adolescentes (Editorial Aique, Buenos Aires, 1995 y 1998). El Cuerpo Humano (Tomo X de la Enciclopedia de las Preguntas, Editorial Santillana, Buenos Aires, 2008).

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